Grim Resurgence: El pulso de la batalla

El aire era denso, acre y con un sabor a cobre. Un antiguo corredor de naves espaciales, antaño una maravilla de la galaxia, era ahora una tumba desolada de tecnología y recuerdos en descomposición. Las luces tenues y parpadeantes proyectaban sombras inquietantes, haciendo que los mamparos metálicos, olvidados hacía tiempo, parecieran espectros acechantes.
En medio de esta atmósfera opresiva se encontraba Oji, cuya robusta silueta se recortaba contra el resplandor que se desvanecía. Su rifle de pulsos, una elegante pieza de tecnología letal, zumbaba suavemente, listo para desatar su ira. Vixen, ágil como su tocaya, estaba junto a él. El dial de su rifle estaba al máximo, una clara indicación de la batalla inminente.
Se habían aventurado en esta nave abandonada para recuperar un artefacto: una reliquia de inmenso poder que podría cambiar el curso de una guerra que había consumido galaxias. Se rumoreaba que esta nave era su último lugar de descanso conocido. Pero no estaban solos en su búsqueda.
El silencio fue roto por un siseo agudo y mecánico. Una escotilla al final del pasillo se abrió con un crujido, revelando dos figuras: los xenos. Estos seres eran diferentes a todos los demás; parecían casi líquidos en su movimiento, sombras que cobraban forma y amenazaban. Sus ojos, o lo que parecían ojos, brillaban con maldad.
Oji la apretó con más fuerza. "¿Vixen, lista?"
Ella respondió con un asentimiento, su propio cuerpo tenso, un resorte esperando ser liberado.
Sin previo aviso, los xenos se abalanzaron. Se movieron como un rayo, sus formas cambiando, convirtiéndolos en blancos difíciles. Oji disparó una ráfaga de su rifle de pulsos; los disparos iluminaron el pasillo con brillantes destellos azules. Uno de los xenos esquivó con rapidez, mientras que el otro absorbió el impacto, desestabilizándose momentáneamente antes de recuperar su forma.
Vixen, ágil y precisa, apuntó a los puntos débiles, lanzando varios pulsos que obligaron a los xenos a retroceder. Pero eran implacables. Uno de ellos, usando su forma cambiante, logró colocarse detrás de ella, intentando envolverla y asfixiarla.
Oji, percibiendo el peligro, gritó: "¡Zorra, abajo!"
Ella cayó justo cuando él lanzó un rayo de pulso continuo que cortó el corredor y al amenazante Xeno, haciéndolo gritar de dolor y su forma se desintegró en el éter.
Pero el breve momento de alivio se vio interrumpido por el avance del segundo Xeno, más feroz e impredecible. Atacó a Oji, quien apenas logró esquivarlo. El ataque del Xeno fue una danza de sombras que parecía provenir de todas direcciones.
Vixen, recuperándose de su encuentro anterior, detectó una ruptura en el casco de la nave. Con rapidez mental, dirigió un pulso concentrado hacia ella, creando un vacío. La fuerza comenzó a arrastrar todo hacia el vacío del espacio.
El Xeno, sorprendido, forcejeó contra la atracción. Oji, afianzando su posición, disparó, apuntando al núcleo del Xeno. Con un golpe directo, la forma del Xeno comenzó a desmoronarse, y sus gritos resonaron en el vasto vacío.
Tan repentinamente como comenzó, el vacío se selló con un obturador de emergencia, sumiendo el pasillo en un silencio inquietante.
Tanto Oji como Vixen jadearon pesadamente, sus miradas se encontraron, comprendiendo la situación límite que acababan de experimentar.
"Necesitamos encontrar el artefacto", susurró Vixen; su voz llevaba el peso de la esperanza del universo.
Y con eso, en medio de los sombríos restos de la batalla, avanzaron hacia las profundidades de la nave espacial, conscientes de que su búsqueda estaba lejos de terminar.