En las sombrías profundidades de un antiguo bosque, Amlund el Mago y Frod el Mediano se encontraron ante un formidable enemigo. Una araña enorme y amenazante, con ojos relucientes de malicia, se deslizó hacia ellos sobre ocho delgadas patas. El suelo tembló bajo su peso y el aire se llenó de tensión.
Amlund, con su túnica naranja ondeando como el fuego, alzó su bastón, invocando una barrera protectora de luz. Sus ojos brillaban con determinación mientras entonaba un antiguo conjuro; su voz resonaba entre los árboles. «Quédate cerca, Frod», gritó con tono firme pero tranquilizador. «Nos enfrentamos a una criatura de la oscuridad, pero somos la luz».
Frod, aferrando su espada con fuerza, asintió y adoptó una postura defensiva. A pesar de su pequeña estatura, el corazón del halfling era valiente y su espíritu inquebrantable. «Venceremos, Amlund», respondió con voz firme. «Juntos, somos imparables».
La araña se abalanzó, con los colmillos rebosantes de veneno, pero la barrera de Amlund resistió. Con un movimiento rápido, Frod se lanzó hacia adelante, cortando el aire con precisión con su espada. La araña chilló furiosa cuando la espada de Frod dio en el blanco, abriendo una profunda herida en su armadura quitinosa.
Rugiendo de ira, la araña retrocedió, pero Amlund estaba listo. Con un último y poderoso conjuro, desató un torrente de llamas, envolviendo a la monstruosa criatura en un destello de luz ardiente. La araña se retorció y se retorció, pero la fuerza combinada del mago y el mediano resultó ser demasiado.
Al extinguirse las llamas, la araña se desplomó, derrotada. Amlund y Frod se alzaron victoriosos, con su vínculo de amistad y valentía intacto. El bosque, antes lleno de sombras, ahora parecía un poco más brillante, testimonio de su triunfo sobre la oscuridad.
El día estaba ganado, pero su aventura continuaba, porque en un mundo de magia y misterio, la luz de héroes como Amlund y Frod siempre brillaría en las noches más oscuras.