En un rincón apartado de la Taberna de Elfrealm, bajo la tenue luz de una vela solitaria, se sentaban cuatro individuos. Formaban un grupo variopinto, una reunión improbable de almas afligidas por el destino: Amlund, un mago de avanzada edad, cuya mirada tempestuosa albergaba los secretos de siglos; Uddir, un enano robusto, portando un hacha cuyos filos narraban historias de batallas eternas; Belevor, un severo explorador humano, con una mirada endurecida tan afilada como la espada que colgaba a su lado; y Feydhil, una etérea arquera elfa, con un carcaj que contenía flechas relucientes, que resonaban con los susurros de su silenciosa fuerza.
—¿Por qué nos reúnes, Amlund? —preguntó Belevor, observando con desconfianza cada movimiento del mago.
La mirada de Amlund se fijó en un mapa antiguo, con los bordes quemados y descoloridos. Su dedo señaló una marca ennegrecida, una mancha que estropeaba el hermoso paisaje. «Rey Drengnir», susurró, su voz apenas audible por encima del ruido ambiental de la taberna.
"¿Drengnir?", espetó Uddir, con el rostro robusto fruncido en una mueca. "¿La bestia de corazón negro que arrasó los salones de mi pueblo, convirtiendo nuestro oro en polvo y nuestro orgullo en ruina?"
—Y el mismo bruto que arrasó el Bosque de las Hadas —añadió Feydhil, con su voz habitualmente tranquila temblando con una mezcla de dolor e ira—. Sus llamas impías consumieron nuestros árboles sagrados, nuestros hogares ancestrales, obligándonos al exilio.
"Y fueron sus secuaces merodeadores quienes atacaron mi aldea", murmuró Belevor, apretando los puños involuntariamente. "Su ansia de poder no tiene límites. He presenciado familias destrozadas, las vidas inocentes que ha cobrado..."
Amlund asintió; el fuego en sus ojos reflejaba el odio colectivo hacia el tirano. «Su reino de terror se ha extendido por todas partes. Ya es hora de que unamos nuestras fuerzas, porque divididos, caeremos. Pero juntos, podemos acabar con su tiranía».
La gravedad de su misión flotaba en el aire; sus encuentros previos con Drengnir los unían. Un enemigo común, un propósito común. El reinado de terror de Drengnir había infundido en ellos un odio profundo, un ardiente deseo de venganza. A medida que su acuerdo tácito se consolidaba, supieron que este era solo el comienzo de su grandiosa y peligrosa aventura para derrotar al rey déspota.